En el año 2000 comencé a estudiar Hipnosis Ericksoniana en el Instituto Erickson de Madrid. Siempre me atrajo esta hipnosis, era como comprobar que la mente y el cuerpo no están separados, y que claramente se influyen mutuamente.

Cuando leí acerca de Milton Erickson, me pareció un genio de la comunicación que ejercía como un arte. Y no sólo me lo pareció a mí, personajes como John Grinder y Richard Bandler lo estudiaron de cerca en sus actuaciones, sirviéndoles de base para crear la Programación Neurolingüística.

Cuando oímos la palabra hipnosis nuestra mente nos traslada a esos espectáculos de salón donde alguien con un poder “superior”, deja sin voluntad a otro alguien que se presta en el juego.

La hipnosis es algo más serio que todo eso, sin embargo, lo que caracteriza a la hipnosis ericksoniana es que es una hipnosis sin trance, a través de técnicas sugestivas, de maniobras comunicativas que permiten que la persona aumente su capacidad de percepción. En este tipo de comunicación se emplean aspectos no verbales, como la mirada, las pausas, la prosodia y el tono de voz; el movimiento del cuerpo, la sonrisa y la mímica facial, que se utilizan para marcar o resaltar mensajes. También se usa un lenguaje evocador de emociones durante el diálogo a través de aforismos, metáforas, historias y cuentos, dichos en el momento apropiado.

Milton Erickson fue un psiquiatra y psicólogo que desarrolló este método de hipnosis que aplicó no solo a sus pacientes, sino que ya había probado en él mismo. Su trabajo fue estudiado y compilado por sus discípulos.

Y es que el lenguaje tiene muchas capas y con él puedes llegar a la más profunda, sabiendo utilizar la más superficial.